cuentosdeviaje
 
  Bienvenido...
  Contacto
  Gonzalo Pizzurno(Vida de objetos)
  Cuentos de Viaje
  Luis (Paranormal)
  Rodolfo (Romántico)
  Silvio (Melancólico)
  Libro de visitantes
  Lista de links
  Encuestas
  Galería
  Jack (policial,suspenso...)
Jack (policial,suspenso...)

El Legado



 

 

Todo estaba tranquilo, habíamos enterrado el cadáver sin haber dejado ni un solo rastro, justamente mi trabajo consistía en eso, yo era el de la limpieza. Una vez terminado el trabajo un mensaje en mi celular me decía el lugar donde debía presentarme a realizar mi oficio, que consistía en lo siguiente:

1- Limpiar todos los lugares posibles donde quedaban rastros (picaportes, ventanas, paredes, vasos y todo elemento que tuviera huellas del incidente)

2- Deshacerme del cadáver (dependía de muchas cosas: tamaño, peso y si estaba entero o desmembrado)

3- Mi lema era “Nadie estuvo aquí…”

Aquel maldito debía pesar en vida unos 130 kilos, tuve que arrastrarlo por todo el comedor ubicándolo primero por sobre una cortina de baño que encontré, “gracias a Dios…” en un tacho de basura que estaba ubicado en la parte trasera de la casa, lo vi de inmediato antes de entrar y en el momento supe que me iba a ser útil.

Arrastré al muerto hasta la tina de baño, lo coloqué dentro y tiré sobre él los 15 litros de ácido muriático, mientras vertía el líquido sobre el cuerpo comencé a silbar mi canción preferida (strangers in the night), desde que empecé en este oficio lo hago, es parte del disfrute de mi labor…

Debía dejar reposar el cuerpo un tiempo para que pudiera ser consumido por el ácido, así que decidí prepararme un emparedado, fui a la cocina (siempre con los guantes puestos), abrí la heladera y ¡sorpresa…! un buen trozo de tocino y jamón esperaban ser amantes dentro de un pan para ser devorados por mí en un “menage a troi” de hambre desesperado…

Fui al living encendí la tele y miré dibujos animados; la imagen de la vaca y ese pollo desgarbados me hacían reír, disfruté mi comida improvisada y la devoré en grandes bocados. Miré la hora, los minutos pasados eran los suficientes para que el ácido hubiera terminado su trabajo, así que apagué la tele, pegué un vistazo al lugar de mi descanso; estaba limpio, sin rastros, y me dirigí a ver cómo iba mi labor; una vez más mis años de oficio no me habían fallado, el cuerpo estaba listo para ser trasladado con comodidad, gran parte de su piel ya no estaba y por lo tanto el peso era mucho menor. El olor del cuerpo quemado por el ácido siempre me agradó, me recordaba al olor del guardapolvo de mi primer víctima cuando tenía apenas 12 años, ¡Ay!¡que hermosa época…!, ese recuerdo siempre me producía lo mismo: suspirar, recordar y por último, sonreír…

Silbando mi canción preferida tomé los pedazos de cuerpo y los fui introduciendo con cuidado en una bolsa plástica muy resistente que era parte de mis herramientas habituales, esa observación siempre venía a mi cabeza “¡qué gran tipo el que inventó esto…!”

El cuerpo ya había sido colocado en la bolsa plástica y a su vez esa bolsa era introducida en otra para evitar filtraciones de líquidos o perdidas de cualquier elemento que pudiera dejar algún indicio (pelos, uñas, pedazos de piel, sangre, etc.)

Miré por última vez el lugar; todo estaba limpio y acomodado, coloque las bolsas con el cuerpo en mi bolso (yo le decía cariñosamente “la lleva muertos”), y me dispuse a retirarme por donde había venido, la parte trasera de la casa. Dentro de la “la lleva muertos” tiré los guantes con los que había trabajado y me coloqué otros totalmente limpios antes de cerrar la puerta y proceder a retirarme, una vez afuera miré a ambos lados, siempre lo hacía, los testigos son algo molesto en mi oficio. Silbando me dirigí a mi auto estacionado a unos metros, allí me esperaba mi hijo de 11 años; cuando me vio sonrió a lo que respondí inmediatamente, y a lo lejos con un guiño de ojo, coloqué a “la lleva muertos” en el baúl del auto, un Torino modelo `81 color verde aceituna, amaba ese coche; lo cerré con cuidado y me metí al auto

-¿Cómo te fue pa´?

-Bien, te dejo en lo de tu tía Emy mientras yo voy y entierro a este tipo

- ¡Ufa! ¡Déjame ir, siempre me pierdo lo mejor!

– Está bien, pero no le digas a mami, sabes que no quiere que andes todo el día afuera y además tienes que terminar los deberes,

– Te prometo que no le digo nada a mamá, llego y hago todas las tareas

- Ok, vamos hasta un bosque cercano y mientras te cuento detalles

– ¡Siiii, vamos…!

Llegamos al bosque, paré el auto; antes de bajar miré que no hubiera nadie alrededor, mi hijo estaba feliz de acompañarme y yo de compartir mi trabajo con él; me bajé, siempre mirando a todos lados, abrí el baúl de mi Torino y saqué a “la lleva muertos”, le dije a mi hijo que sacara la pala, quería que participara (siempre es bueno compartir con los hijos algunas actividades), fuimos a un lugar que yo sabía que jamás sería encontrado, le enseñé a mi hijo algunos de mis trucos para reconocer el lugar ideal…

Llegamos al lugar perfecto, le pedí a mi hijo la pala y comencé a cavar.

-Creo que esto ya está.

Salí del agujero hecho por mí, abrí a “la lleva muertos” y saqué las bolsas que contenían los restos humanos, observé los ojos de asombro de mi hijo al ver aquellos pedazos de carne y huesos, sonreí de inmediato y le dije, este fue un tipo de aproximadamente 130 kilos, a lo que él solo atinó a decir con asombro, ¡guauuu…!

Coloqué las bolsas en el hueco y las cubrí con tierra, con las hojas disimulé el lugar y… ¡listo!, asunto y trabajo terminado, abrase a mi hijo y ambos miramos el lugar, fue hermoso enseñarle mi oficio y sus “detalles”, mandé el mensaje al número de siempre (“trabajo terminado”), y nos marchamos…

Había ido a ese lugar tantas veces antes a deshacerme de cadáveres que lo conocía como la palma de mi mano; recordé que a pocos metros de donde estábamos había un lago, así que de inmediato se me ocurrió una idea…

-¿Vamos de pesca?

– ¡Siiii…! dijo mi hijo…

Pasamos una hermosa tarde de pesca compartiendo anécdotas y conocimientos de mi oficio con él.

Todo estaba tranquilo, habíamos enterrado el cadáver sin haber dejado ni un solo rastro… Y así permanecería hasta mi retiro de este trabajo que continuaría con mi hijo durante los años venideros manteniendo la fuerte unión entre padre e hijo incluso hasta después de mi muerte…
 
                                       Jack

Enseñanzas de una madre


 

 
Suelo mirar a ambos lados antes de cruzar la calle, mi madre me lo enseñó de pequeño y no puedo dejar de hacerlo aunque tenga cumplidos los 45 años.
 
Recibí una educación muy estricta, si por casualidad decía una palabrota mi madre automáticamente me hacia lavar la lengua con agua y jabón, el gusto era horrible. Hoy en día si escucho una palabra fuera de lugar ese mal sabor viene de inmediato a mi mente, provocando en mí, rechazo, disgusto y odio por la persona que lo ha hecho…


Una vez mi madre descubrió debajo de mi colchón unas revistas con fotos de señoritas desnudas, tomándome de los pelos me llevó a  la ducha, refregó shampoo en mis ojos, provocando un ardor muy fuerte en ellos mientras me decía que mis ojos de niño no debían ver ese tipo de cosas pecaminosas, sin quitarme la ropa me hizo pararme debajo del agua fría que caía mientras repetía que esas mujeres eran demonios que querían comerme el alma. Esa noche dormí atado de pies y manos, mi madre dijo que era para que no hiciera cochinadas…


Al otro día, a la mañana temprano, en el horario que debía ir al colegio, mi madre abrió la puerta de mi cuarto, me besó suavemente en ambos ojos para después desatarme –espero que hayas pensado todo lo que hiciste, ahora ve a lavarte los dientes y vestirte para ir al colegio- me dijo…


Mientras me aseaba recordaba cada secuencia de lo acontecido la noche anterior, en el espejo veía todavía el colorado de mis ojos y al mirar mis manos se notaban aun en mis muñecas la marca de las ataduras que me mantuvieron toda la noche casi sin dormir y que ahora me dolían…


Bajé las escaleras listo para ir al colegio, con el uniforme puesto y presuroso por tomar el desayuno. En la cocina el olor a café recién hecho me recordaba que debía apresurarme, si me retrasaba mi madre se enojaba mucho, como también lo hacía si no ingería todo lo que preparaba, no debía dejar nada en el plato, ella decía que muchos niños no tenían la posibilidad que yo tenía al tener un buen desayuno o un plato de comida, así que jamás debía dejar restos de comida aunque no fueran de mi agrado.


Los métodos de enseñanza de mi madre siempre fueron únicos y el desayuno fue la oportunidad para afianzar la lección de la noche anterior, justo antes de que llevara a la boca el café con leche mi madre me detuvo y colocó un polvo oscuro sobre el café con leche –tómatelo todo y no dejes nada, ahora sabrás el gusto que tienen esas mujerzuelas que tanto te gustan…- me dijo, esas cosas oscuras flotaban sin hundirse en el líquido y al observarlas con detenimiento me di cuenta que eran papel quemado – esa es la revista que tenías, la quemé y te la vas a tomar todas las mañanas con el desayuno hasta que te termines todas y cada una de las cenizas- Ese tipo de desayuno duró una semana, provocándome dolores estomacales y nauseas…


Ir los días domingos a misa era algo sagrado, recuerdo haber ido con fiebre, mi madre decía que si nuestro señor murió por nosotros, nosotros como mínimo debíamos hacer un pequeño sacrificio por él, y no nos deberíamos dejar abatir por un poco de temperatura corporal.  Fue entonces que estando en misa le pregunté a mi madre porque yo no tenía padre como otros niños que veía a mi alrededor asistiendo con ellos, mi madre solo me miró fijo y dijo que hiciera silencio agregando que nosotros no necesitábamos de ningún padre, que los hombres no son buenos y que con mi compañía era mas que suficiente y que estando juntos siempre, nadie jamás nos haría daño…


Terminé la escuela secundaria con muy buenas notas, los demás jóvenes con los que asistí celebraron el final de los estudios asistiendo a una discoteca, mi madre no me permitió ir como tampoco me había dejado ir al viaje de egresados. El fin de la Universidad fue algo parecido, aunque me recibí con honores de médico cirujano nadie fuera de mi madre me recibió con la clásica ceremonia de huevazos y harina que le hacían a los demás, siempre vi eso como una estupidez, una falta de madurez y pérdida de tiempo. Mi madre siempre lo decía…


Nunca tuve novia. A mis 28 años de edad mi madre cayó en cama, víctima de una enfermedad que deformaba sus huesos provocando un dolor intenso en ella y que a su vez no la dejaba  conciliar el sueño por las noches, me dediqué a cuidarla, dándole largas sesiones de masajes por las noches, preparándole la comida y hasta aseándola cuando la enfermedad comenzó a avanzar sobre su cuerpo transformándola en una persona dependiente absolutamente de mí.


Una tarde el teléfono sonó, era el Doctor Roger, él estaba al frente de la cátedra de anatomía y ahora era el director del hospital Merino, uno de los hospitales de mayor jerarquía y altamente equipados con ultima tecnología para el estudio de enfermedades cardíacas y respiratorias del mundo, yo era su alumno favorito, lo sabía porque en varias ocasiones me lo hizo saber en forma directa e incluso en mas de una oportunidad me decía que me llevaría a trabajar con él para que fuera su mano derecha, esa oportunidad había llegado y después de haberme convencido casi de inmediato consulté con mi madre sobre el trabajo ofrecido y la gran posibilidad que se me había presentado.


Una vez que mi madre me dio su aceptación me encontré trabajando en uno de los hospitales donde cualquier profesional de la salud daría su vida por pertenecer al cuerpo de profesionales que allí trabajaban, y ello no solo se debía al alto sueldo que allí se percibía sino también al prestigio mundial que este daba una vez que alguien hacía su paso por allí.


Debí  entonces contratar una persona que se ocupara de mi madre cuando yo realizaba mis actividades laborales , al principio había contratado una de las mejores enfermeras que trabajaba en el hospital conmigo, pero mi madre decía que era demasiado joven y atractiva para ser buena en ese tipo de actividades, aunque traté de convencerla de su gran capacidad en el hospital mi madre decía que lo único que quería era seducirme para poder escalar, por lo que debí despedirla casi de inmediato y buscar a otra, la segunda enfermera era una mujer de 52 años de aspecto rudo y pasada en kilos. Mi madre la acepto casi de inmediato…


Mi vida se desarrollaba tranquila y con el pasar de los años mi trabajo en el  hospital era conocido a nivel mundial, una nota en una revista de actualidad médica internacional me catapultó a la fama, me comenzaron a invitar a Simposios médicos como orador e incluso comencé a recibir menciones y premios que ni siquiera conocía.
En una conferencia en New York a la que fui invitado por la Universidad de dicha ciudad conocí a un tal Patrick Adam, un tipo muy sociable y elegante además de simpático. Me invitó a salir a tomar algo después de la conferencia y se ofreció a mostrarme muy amablemente la ciudad, después de la conferencia mi vuelo no saldría hasta dentro de dos días por lo que acepté, fue la primera vez que tomé una decisión por mí mismo sin haber consultado antes con mi madre, por la noche la llamé para saber como estaba, me atendió Clorinda, su enfermera, me había dicho que estaba descansando por lo que no quise despertarla sabiendo lo mucho que le costaba dormir y le dije que le avisara que yo había llamado, que estaba bien y que le mandaba un beso, al cortar sentí un gran remordimiento al no mencionar mi salida y hasta podría decirse que me sentí sucio.


Nunca tuve amigos y la posibilidad de salir con un desconocido me ponía nervioso, no quería desagradar ni que se notara mi falta de experiencia en salidas nocturnas.
A las 21:00 hs exactas el timbre del penthouse en el que me encontraba alojado sonó, era Patrick vestido de punta en blanco sonriente al otro lado de la puerta me dijo –¿estas listo para ser recibido por la ciudad de los pecados?- La imagen de mi madre se me vino inmediatamente a la mente, disimulé y sonriendo asentí con la cabeza, ¡pues vamos! Me dijo, New York es nuestra y volvió a sonreír…


Tomamos un taxi, Patrick le dio una dirección al chofer que este reconoció de inmediato, sonrió en forma cómplice y se puso en marcha, luego de unos 20 o 30 minutos el auto se detenía, un lugar lleno de carteles luminosos  que se prendían y apagaban parecía ser el destino, un gran cartel en su parte superior parecía ser el nombre del lugar “Mama Devil”. Patrick pagó, no permitió que yo lo hiciera –amigo, yo invito- dijo, la frase me resultó tan extraña que solo sonreí para no demostrar mi sorpresa.


A la entrada un tipo alto y corpulento recibía a los clientes, saludó a Patrick como si fuera un pariente, Patrick me presentó con él por lo que de inmediato esbozó una sonrisa hacia mi, nos abrió la puerta después de decirnos que disfrutáramos la noche.
A medida que abría la puerta se percibía la música fuerte, música de tipo cubana pero en estilo de hip hop, el lugar era oscuro y las luces dentro eran pocas, prevaleciendo las rojas por sobre las demás, nos sentamos en una mesa ya reservada y al hacerlo un hombre de aspecto latino y con un abano en la boca se nos acercó, lanzando una gran risotada abrazó a Patrick quien correspondió el abrazo y casi de inmediato me presentó al latino como su amigo, otra vez la extraña sensación de no ser yo el que estaba ahí y al que se referían me invadió, extendí mi mano para saludar al hombre pero este siempre riendo en forma estruendosa me apretó contra sí, golpeando mis deltoides en forma de aceptación…


Todo para mí era nuevo, me sentía raro y a su vez tenía una gran excitación por la curiosidad de lo nuevo, toda esa nueva experiencia  había logrado que no viera justo en frente nuestro a una señorita semidesnuda contorneándose en forma lasciva alrededor de un caño, por debajo había sujetos que gritaban y reían mientras arrojaban a la base del caño billetes de dólar, recordé de inmediato el ardor en los ojos, el olor a papel quemado el dolor en las muñecas y de inmediato la imagen de mi madre disgustada y acusándome de pecador y diciéndome que por ello mi alma estaba sentenciada al infierno.


Automáticamente sentí ganas de vomitar por lo que corrí al baño tapándome la boca para evitar que se me saliera el vómito. Abrí la puerta del baño con el costado de mi cuerpo mientras sostenía y apretaba con fuerza mi boca, busqué un inodoro libre, afortunadamente no había nadie, así que abrí la pequeña puerta, me arrodillé y lancé toda mi bronca y mi asco dentro de aquel receptáculo mientras me abrazaba a él…
Trataba de expulsar todo lo sucio y pecador que me sentía, por unos minutos después de haber vomitado todo lo que tenía dentro me quedé unos minutos más con la boca abierta esperando que saliera más, como empujando y queriendo exorcizarme…


Luego de un tiempo de estar abrazado a aquel inodoro, una molestia en la rodilla hizo que me diera cuenta que estaba arrodillado, lentamente y sosteniéndome de los bordes del inodoro  me fui incorporando, me sentía una porquería, un traidor, y yo no era ni una porquería ni un traidor por lo que algo debería hacer, sabía y estaba seguro que mi educación y mis pensamientos eran los correctos, quizás aquellas personas no tuvieron la suerte que yo tuve, no tuvieron una madre como la mía y por ello no sabían que lo que estaban  haciendo estaba mal…
De inmediato que aquella reflexión vino a mi mente comencé a sudar y una voz de mujer, cálida y protectora comenzó a sonar en mi cabeza,


-son pecadores, son impíos, ellos tienen que aprender…-


-¿Quién eres, donde estás?- pregunté


-son pecadores, enséñales, tienen que pagar…-
¿Cómo lo hago?


-Quítales la vida- me contestó


Un sudor helado atravesó mi cuerpo, el odio, la bronca y el asco atacaron mi ser provocando que mi brazo se estrellara contra el espejo que reflejaba mi imagen, mis ojos se abrieron mas de la cuenta, la imagen de mi madre besando mis ojos y el sabor a papel quemado otra vez se hicieron presente. Mi mano sangraba…


La puerta del baño se abrió de repente, sin pensarlo tomé un pedazo de vidrio del espejo que había roto, cuando sentí la mano de alguien sobre mi hombro solo atiné a clavarle aquel pedazo de espejo, lo hundí y lo retorcí dentro de aquel cuerpo, mientras en mi mente la voz de la mujer seguía sonando


-Enséñales, ellos deben pagar, limpia tus culpas, y así salvarás sus almas…-


El cuerpo cayó como un saco de papas solo escuché un leve quejido, le quité la ropa y comencé a abrirlo como cuando aprendía en los primeros años de facultad, el interés, las ganas de saber y la curiosidad me volvió a mis años de estudiante, debía encontrar su alma. Removí cada órgano uno por uno en busca del alma, varias horas después de haberlo vaciado por completo me di cuenta que mi madre tenía razón, ese sujeto no tenía alma, la había perdido y yo no pude salvarlo, tomé la cabeza que había quedado a un lado y boca abajo, iba a arrojarla a un tacho de basuras cuando mi curiosidad hizo que mirara su cara, era Patrick con cara de horror, seguramente preocupado al no verme regresar del baño había venido por mí. Había matado a mi único amigo, una sensación de soledad y tristeza infinita me invadió…


Totalmente ensangrentado con el pedazo de vidrio en la mano derecha y la cabeza de mi amigo en la izquierda salí de aquel baño hacia el salón, no recuerdo nada más después de eso, solo el sonido de sirenas mis manos atadas detrás de mi espalda y las miradas horrorizadas de personas que aún no saben que están sentenciadas al infierno…


Antes de que me trasladaran al patrullero que estaba cruzando la calle lo primero que hice fue mirar a ambos lados antes de cruzar, pues nunca hay que olvidar las enseñanzas que nos da una madre… 

                                             Jack
 
   
Facebook botón-like  
 
 
Hoy habia 2 visitantes (4 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página!
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis